Yehudá Leib HaLevi Ashlag (Baal HaSulam)
Escuché en Parashat Itró, el 6 de febrero de 1944
Está escrito: “No hay nada más que Él”. Esto significa que no existe ningún otro poder en el mundo capaz de hacer algo en contra del Creador. Y la razón por la cual uno ve que hay cosas en el mundo que niegan el séquito Superior, se debe a que el Creador así lo desea.
Y esto se considera una corrección llamada «la mano izquierda rechaza y la derecha acerca». Es decir, aquello que la izquierda rechaza se considera una corrección. Esto significa que en el mundo existen cosas que, desde un principio, han tenido como finalidad desviar al hombre del camino recto, y por medio de las cuales es rechazado de la Kedushá (Santidad).
Y el beneficio de estos rechazos es que, por medio de ellos, el hombre recibe una necesidad y un deseo completo de que el Creador le ayude, puesto que ve que de otra manera estaría perdido ya que no solo no progresa en su trabajo, sino que ve que retrocede, es decir, carece de la fuerza para observar la Torá y las Mitzvot (preceptos), incluso en Lo Lishmá (no en nombre de Ella). Pues solo sobreponiéndose de verdad a todos los obstáculos, por encima de la razón, puede observar la Torá y las Mitzvot. Pero uno no siempre posee la fuerza para sobreponerse por encima de la razón; De lo contrario, se encuentra forzado a desviarse del camino del Creador, Dios no permita, incluso de Lo Lishmá.
Y es que, para él, lo roto es mayor a lo que se sostiene en pie, es decir, que los descensos son mucho más numerosos que los ascensos, y no ve que estos estados lleguen a su fin, cree que permanecerá para siempre fuera de la Kedushá (Santidad), porque ve que le resulta difícil para él observar la Torá en lo más mínimo, solo puede hacerlo si se sobrepone por encima de la razón. Pero no siempre es capaz de sobreponerse. Por lo tanto, ¿cuál será el final de todo esto?
Entonces, llega a la conclusión de que nadie puede ayudarle sino el Mismísimo Creador. Esto lo lleva a establecer en su corazón una demanda genuina al Creador para que abra sus ojos y su corazón y lo acerque verdaderamente a la adhesión eterna con el Creador.
De acuerdo con esto, resulta que todos los rechazos que había experimentado provenían del Creador. Esto significa que no era porque hubiera fallado o careciera de la capacidad de sobreponerse a los obstáculos. En cambio, a quienes verdaderamente desean acercarse al Creador, para que no se conformen con poco, es decir, para que no permanezcan como niños pequeños sin entendimiento, se le brinda ayuda desde Arriba, para que uno no pueda decir: «Bendito sea Dios, tengo Torá, Mitzvot y buenas acciones, ¿qué más me falta?».
Y solo si este hombre realmente posee un deseo genuino, recibirá ayuda desde Arriba, y constantemente se le muestra cuán carente es su estado actual. Es decir, se le envían pensamientos y opiniones que se oponen al trabajo para que vea que aún no ha alcanzado la plenitud con el Creador.
Y por más que se sobrepone, siempre termina viendo que está más lejos de la Kedushá que los demás trabajadores, quienes se sienten íntegros con el Creador. Sin embargo, él siempre tiene quejas y reclamos y no logra justificar el comportamiento del Creador ni entender Su forma de actuar con él.
Y esto le provoca dolor. ¿Por qué no alcanza la plenitud con el Creador? Hasta que finalmente llega a sentir que realmente no tiene ninguna parte en la Kedushá. Y aunque en ocasiones él recibe un despertar desde Arriba que lo revive momentáneamente, enseguida cae en el lugar de la bajeza. No obstante, esto lo lleva a reconocer que solo el Creador puede ayudarle y acercarlo de verdad.
El hombre debe tratar de ir siempre por el camino en el que está adherido al Creador. Esto significa que todos sus pensamientos deben estar en Él, aun encontrándose en el peor estado posible y que no pueda haber un mayor descenso, no debe abandonar Su dominio. Es decir, no debe pensar que hay otra autoridad que le impida entrar en la Kedushá y que tenga poder para causarle bien o mal. Esto significa que no debe pensar que la fuerza de la Sitra Ajra (otro lado) no le permite al hombre hacer buenas acciones y seguir el camino del Creador, sino que todo es llevado a cabo por parte del Creador.
Baal Shem Tov decía que aquel que afirma que hay otra fuerza en el mundo, es decir, Klipot (cáscaras), se encuentra en un estado de «servir a otros dioses». No es necesariamente el pensamiento herético el responsable de la transgresión. Pero si él cree que existe alguna otra autoridad y fuerza aparte del Creador, entonces, ya está cometiendo una transgresión. Más aún, aquel que sostiene que el hombre es dueño de su propia autoridad y que afirma que fue él mismo quien ayer no deseó seguir los caminos del Creador, también está pecando de hereje. Esto se debe a que no cree que solo el Creador dirige el mundo.
Sin embargo, cuando comete una transgresión, ciertamente debe arrepentirse y lamentarse por haberla cometido. Pero también aquí debemos colocar el dolor y la pena en el lugar que les corresponde, es decir, ¿de qué punto pende la causa de ese pecado? Pues es ese punto del que debe lamentarse.
Entonces, el hombre debe arrepentirse y decir: «He cometido ese pecado porque el Creador me arrojó de la Kedushá a un lugar de suciedad, a la letrina, al sitio de residuos». Esto significa que el Creador le dio a uno un deseo y un anhelo para entretenerse y respirar aire en un lugar pestilente.
(Y se puede afirmar, como está escrito en los libros, que a veces uno llega encarnado en un cerdo. Debemos interpretar esto, como él dice, entendiendo que uno recibe un deseo y anhelo de obtener vitalidad de aquellas cosas que previamente consideraba meros desperdicios, pero ahora desea nutrirse por medio de ellos).
Además, cuando uno siente que ha llegado a un estado de ascenso y percibe un poco de sentido en el trabajo, no debe decir: «ahora me encuentro en un estado en el cual comprendo que vale la pena servir al Creador». En cambio, debe saber que en ese momento ha caído en gracia ante el Creador y, por lo tanto, Él lo acercó más a Sí; y esta es la razón por la cual en ese momento percibe un sentido en el trabajo. Y debe cuidarse de no abandonar el dominio de la Kedushá afirmando que exista alguien más que esté actuando aparte del Creador.
(Pero esto significa que el caer en gracia ante el Creador, o lo contrario, no depende de la persona misma, sino solo del Creador. Y el hombre, con su mente externa, no puede comprender por qué razón el Señor lo ha favorecido en ese momento y no después).
Del mismo modo, cuando el hombre lamenta que el Creador no lo acerca, también debe cuidar en qué sentido lamenta este distanciamiento del Creador. Pues si lo hace pensando en su beneficio personal, entonces se estaría convirtiendo en un receptor para su propio beneficio. Y quien recibe, está separado de Él. En cambio, debería lamentar el exilio de la Shejiná (Divinidad), o sea que está causando aflicción a la Shejiná.
Uno puede imaginárselo como cuando algún pequeño órgano del cuerpo está dolorido: ciertamente el dolor es sentido principalmente en la mente y en el corazón. El corazón y la mente representan la totalidad del hombre. Y por supuesto, la sensación de un solo órgano no puede ser equivalente a toda la sensación de dolor en la persona, donde se siente principalmente el dolor.
Así es el dolor que uno siente por estar alejado del Creador, ya que uno no es más que un órgano particular de la sagrada Shejiná, porque la sagrada Shejiná es el alma de Israel en su totalidad. Por lo tanto, el dolor particular no se asemeja al grado de dolor general. Esto significa que existe aflicción en la Shejiná cuando los órganos son apartados de ella y no puede sustentarlos.
(Y podríamos decir que este es el significado de lo que dijeron nuestros sabios: «Cuando un hombre se lamenta, ¿qué es lo que dice la Shejiná? “Es más liviano que mi cabeza”»). Y si uno no vincula el pesar por estar alejado del Creador a sí mismo, se salva de caer en la red del deseo de recibir «para sí mismo», que es considerado «separación de la Santidad».
Lo mismo sucede cuando uno siente cierto acercamiento a la Kedushá, cuando siente alegría por haber caído en gracia ante el Creador. También entonces uno debe sostener que su gozo se debe principalmente a que ahora existe deleite Arriba, en la sagrada Shejiná, al haber logrado acercar a Ella su órgano particular, en vez de haber tenido que alejar su órgano particular hacia afuera.
Y por el hecho de que uno haya podido deleitar a la Shejiná, tiene alegría. Porque la alegría que tiene el individuo, es solo una parte de la alegría de todo el conjunto. A través de estos cálculos, él pierde su individualidad y evita ser atrapado por la red de la Sitra Ajra, que es el deseo de recibir en beneficio propio.
Si bien el deseo de recibir es necesario, pues de él está compuesto el hombre en su totalidad, se debe a que cualquier cosa que exista en el hombre aparte del deseo de recibir, no pertenece a la criatura, sino que se le atribuye al Creador. Pero el deseo de recibir placer debe ser corregido con el fin de otorgar. Esto significa que el placer y la alegría que el deseo de recibir toma, deben corresponder con la intención de dar contento Arriba cada vez que la criatura sienta placer, puesto que este fue el propósito de la creación: beneficiar a Sus creaciones. Y esto se llama «la alegría de la Shejiná Arriba».
Por esta razón uno debe hallar consejo sobre cómo causar deleite Arriba. Y, por cierto, si uno recibe placer, también Arriba habrá contento. Por eso, anhela estar siempre en el palacio del Rey y poder divertirse con los tesoros del Rey. Y eso, por supuesto, provocará contento Arriba. De esto se desprende que todo el anhelo debe estar orientado sólo en nombre de los Cielos.