Si estamos enojados sentimos un gran deseo de recibir, estamos profundamente inmersos en nosotros mismos y en nuestras necesidades. ¿Por qué nos enojamos? Es porque algo contradice nuestro deseo. Queremos hacer las cosas de una manera, pero el Creador quiere que se hagan de otra y no nos permite alcanzar nuestro deseo.
¿Cómo llegamos a reconocer la importancia del Creador desde dentro de esta ira? El deseo de recibir, cuando no va acompañado del deseo de otorgar, solo considera su propio beneficio. En cuanto encuentra a alguien más fuerte que se opone a su voluntad, se somete de inmediato porque ve que esto lo beneficia. Incluso comienza a amar al otro porque es más fuerte, aunque esté en su contra. Empieza a depender de él.
En nuestro mundo, nos guste o no, el fuerte siempre tiene la razón. ¿Qué significa «en nuestro mundo»? Significa en el deseo de recibir. Desde el deseo de recibir, para pasar de valorarse a sí mismo a valorar al Creador, simplemente necesitamos reconocer que el Creador es más fuerte que nosotros y esto es inmutable. De la naturaleza misma del deseo de recibir surge la comprensión de que «el Creador es grande», «el Creador es bueno», etc. A partir de ahí, comenzamos a alcanzar estados que nos enseñan a otorgar.
¿Qué significa «otorgar»? Significa concedernos la independencia para decir: «Quiero otorgar, y no porque el Creador sea más fuerte que yo», como si nos enfrentáramos a Él.
En esta etapa, tenemos libre albedrío. Solo cuando tenemos la capacidad de hacer lo que queramos empezamos a examinar verdaderamente si deseamos actuar según nuestras inclinaciones naturales o si queremos ser semejantes al Creador. El deseo de recibir se satisface en cuanto ve que el Creador lo es todo, que es justo y grande. Entonces, no tiene problema en aceptar que el Creador es todo lo que existe y que tiene razón. Dado que somos enteramente un deseo de recibir, nos entregamos de inmediato.
Aunque esta comprensión pueda provocar rebelión, es nuestra naturaleza y no tiene sentido resistirnos a ella. Por eso aprendemos a través del sufrimiento. El deseo de recibir respeta el poder, lo sigue y siempre encuentra justificación. Baal HaSulam lo llama «el poder del puño». Así es como funciona el deseo de recibir.
Si el deseo de recibir busca satisfacción, y esto es lo único que le importa, entonces no tiene otras consideraciones. Llama «bueno» a todo aquello que le proporciona satisfacción, sin importar los medios por los que la obtenga, sean apropiados o no. Los conceptos de apropiado o inapropiado no pertenecen al deseo de recibir en sí ni a la satisfacción. Pertenecen, en cambio, al sistema de Kedushá, que ha introducido en el deseo diversos discernimientos de otorgamiento para recibir.
En la práctica, al deseo de recibir solo le importa ser satisfecho. No le importa quién lo llene, si el Creador o el Faraón, siempre y cuando reciba y se sienta satisfecho. Por lo tanto, mientras estemos en la Klipá, ésta nos nutre, lo que se llama «protegernos». Nos nutre dándonos continuamente más y más plenitud.
¿Cómo, entonces, alcanzamos la verdadera recepción? Es desilusionándonos de las muchas falsas fuentes de abastecimiento. Intentamos llenarnos de dinero, honor, sexo y comida, y cuando vemos que no podemos satisfacerlos del todo, recurrimos al Creador, con la esperanza de que quizás la espiritualidad nos llene. Esto es lo que busca el deseo de recibir: ser satisfecho a toda costa.
Por eso no importa si las personas desean o no la espiritualidad. La clave está en mostrarles que la Cabalá contiene plenitud y entonces la desearán. Esto se puede observar claramente en el comportamiento de las células biológicas o en el comportamiento reproductivo de los animales.
¿Cómo elige una manada a su líder? Basándose únicamente en su fuerza. Es evidente que todo en la naturaleza está dispuesto para guiarnos hacia la verdad. Todas estas condiciones están arraigadas en nuestra propia naturaleza, en el deseo de recibir, en su inversión de forma. Se convierten directamente en fracaso, sufrimiento y, finalmente, en sumisión.
Nos guiamos hacia la verdad El lugar donde descubro al Creador
